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1 oct 2017

Arthur Rimbaud. Vivir como si fuera un arte.



      

       Debo hablarles de las botas aladas de un escolar brillante, fugado de su escuela y su hogar una y otra vez para lanzarse a recorrer Europa. De un disparo pasional en Londres.

 De la 
conquista rea de París. De una poética nunca antes escuchada. De hashish y ajenjo. De una crisis epifánica y la refundación de una persona, que supo tendría la piel hecha de bronce por un sol que fue a buscar. De invertir a pérdida en nueva tecnología (las recién inventadas cámaras fotográficas) cuando esa palabra no existía y el mundo aún no caía en la cuenta de que más y más aparatos aparecerían a asombrarlo. De quien
después de haber dominado y reformulado la expresión poética muy precozmente, abandonó esa cúspide para llevar una vida de comerciante armado, liderando pequeñas tropas que escoltaban caravanas cargadas con las riquezas del continente más primitivo, que guiaba a través de territorios no cartografiados aún, habitados por etnias y culturas no conocidas. Del poeta visionario que trocó en colono pionero en Etiopía. De la segunda mitad del siglo XIX. De una pierna amputada que se llevó una vida que no aceptó invalideces.
Todo eso y mucho más contiene la vida de Rimbaud.
Rinbó. Rimvó. Rimbeaux.Hasta la múltiple sonoridad de su apellido es pródiga y dada a la escritura aleatoria.
París en 1789 albergó un hito madurativo de la sociedad humana en su avance hacia la civilización. Ya la escritura de los sumerios había comenzado a limitar el alcance de la palabra hablada de los poderosos: ahora la ley, escrita, resultaba más difícil de modificar a voluntad. Otro mojón un este recorrido fue el ágora ateniense, que con su voluntad de consulta colectiva también acotó la influencia de los más fuertes. La guillotina de la Revolución Francesa deshumilló al pueblo de un sometimiento tan brutal como su filo decapitante.
No es tan conocido que en 1871 intentó ocurrir otro progreso civilizatorio en el mismo París que acaba de ocuparnos, pero que solo logro cosechar sangre, mucha sangre popular. Resulta que el ejército napoleónico tuvo que tolerar que el pueblo se armara, incluso con cañones, cuya forja financió mediante colecta el ciudadano de a pié. Sitiada la ciudad por las tropas prusianas, terminó rindiéndose el ejército francés pero no el pueblo en armas que aceptó a regañadientes un armisticio humillante incluso con multas al estado por haber iniciado las acciones bélicas. El problema fue cuando, restablecido el orden ahora supervisado por los alemanes, les quisieron sacar los cañones. La tropa destinada a buscarlos en las alturas de Montmartre ante la oposición a entregarlos desoyó la orden de disparar contra sus conciudadanos, mujeres que abrían sus blusas y exponían sus torsos a las balas antes que dejarlos pasar a retirar esas armas, y más bien se unieron al vulgo.

Hubo una revuelta popular y los gobernantes huyeron de la ciudad. Nació la Comuna, y sus integrantes los comuneros eran pueblo que aspiraba a gobernarse solo. Pero ahora París estaba sitiada por dos ejércitos, el francés y el prusiano. Y esta vez la orden de disparar no se desoyó. En los diez días que les llevó recuperar la ciudad a las fuerzas imperialistas franco prusianas de manos 
comuneras que la defendían tras barricadas hechas con adoquines de la calzada pública provocaron 15.000 bajas entre la población civil armada y la que no también.
Mucho fusilamiento marcial, hubo. Los soldados muertos no llegaron a mil, que son muchas, muchas bajas para un ejército regular en combate con milicias así…amateurs. Las autoridades designadas de la Comuna habían hecho cosas tales como devolver las herramientas retenidas a los trabajadores, condonar deudas, cederles control de empresas.


A éste París en ésta semana que se llamó sangrienta había llegado Rimbaud. Quería participar pero no pudo entrar. Volvió a su pueblo, lindante con Bélgica, a pie. Fatigaba los caminos de Europa a pie este adolescente temprano siempre huido de su hogar, su colegio, su villa. Había asombrado en cuento exámen académico escolar le hubieran presentado. Ganado cuanta contienda literaria se hubiera podido a los 15 años. Pero se fugaba, poniendo de los pelos a su madre y en compromiso a sus maestros. Vaya a saber su padre, no aparece en la historia. Creo que era sano se fugara, ya que mientras permanecía en Charlesville era altísimamente provocador y transgresor, haciendo cosas como pasearse por las calles exhibiendo carteles que hablaban de la muerte de Dios.
La próxima vez que fue a París sí entró. Y cómo. 
Habiéndole realizado alguien la conecta, envióle un poema suyo a poeta renombrado en los círculos lítero-bohemios parisinos el cual con solo leer “La Barca Ebria” (ya sugerente y surreal desde el título) comenzó un proceso de enamoramiento que terminaría con un disparo en Londres. Porque lo invitó a la ciudad. Y Arthur entró en ella llevado por el mismo viento inspirado y sin cálculo en el que venía viviendo. El poeta renombrado (se dice el pecado pero no el pecador) abandonó su familia por él. Arthur subyugó pero también escandalizó profundamente la bohemia de Paris con su arrebato.
Su magia incluía el desarrollo de una teoría poética. Piénsenlo. Quién desarrolla una teoría estético literaria a los diecisiete años. Decía que el poeta debe ser un visionario, y que tal capacidad se logra mediante un intenso desarreglo de todos los sentidos. Piénsenlo.
 El colmo fue cuando lastimó a alguien con un bastón de metal actuando sus desbordes, así que se refugiaron en Londres. Vivian de enseñar idiomas. Pero quién retiene a alguien como Arthur Rimbaud. Lo que sabemos es que hubo un disparo efectuado por el poeta renombrado que lastimó su mano.

Y aquí comienza el momento épico. La instancia “bigger than life”. Porque sino para que estoy contando todo esto. Porque lo que vivió este chico en ese momento de su vida fue epifánico y verdaderamente visionario de si mismo.
Resulta que nuevamente se encontró a sí mismo en su casa materna, otra vez rescatado de una fuga (solo que esta vez más larga) por algún tutor enviado por su madre, a ésta altura autodeclarada viuda de un capitán de infantería que nunca regresó tras el quinto hijo.
Encerrado en el galpón, la mano herida, ahogado en su propio vacío, increpando al cielo, escribió torturadamente y de un tirón “Una Temporada en el Infierno”, que empieza así: “Senté a la Belleza en mis rodillas y la encontré amarga. Y la injurié.”
Pero lo verdaderamente mágico y clarividente son estos versos: “Ya pueden iluminarse de noche las ciudades. Mi jornada ha concluido; dejo la Europa. El aire marino quemará mis pulmones; me tostarán los climas remotos. Nadar, aplastar la hierba, cazar, fumar sobre todo; beber licores fuertes como metal fundido --como hacían esos caros antepasados en torno de las hogueras. Regresaré con miembros de hierro, la piel oscura, los ojos furiosos: de acuerdo a mi máscara, me juzgarán de raza fuerte. Tendré oro: seré ocioso y. brutal. Las mujeres cuidan a esos inválidos feroces que retornan de las tierras calientes. Me inmiscuiré en los asuntos políticos. Salvado.” Más adelante, habiéndose ya despojado de furia y resentimiento, lo expresa así: “A veces veo en el cielo playas sin fin, cubiertas de blancas y gozosas naciones. Por encima de mí, un gran navío de oro agita sus pabellones multicolores bajo las brisas matinales. Yo he creado todas las fiestas, todos los triunfos, todos los dramas. He tratado de inventar nuevas flores, nuevos astros, nuevas carnes, nuevas lenguas. Yo he creído adquirir poderes sobrenaturales. ¡Pues bien! ¡Tengo que enterrar mi imaginación y mis recuerdos! ¡Una hermosa gloria de artista y de narrador desvanecida!”.

Lo asombroso...es que nunca más escribió!

El estado francés, potencia imperial como la mayoría de los estados europeos, era pródigo para con sus ciudadanos que ponían el pecho en sus colonias de ultramar y al igual que Louis Ferdinand Céline allí se refugió un Rimbaud veinteañero. Prosperó mercando en África, liderando la custodia armada de caravanas que transportaban sobre los lomos de sus animales unas mercancías valiosas para unos hacia un lado y valiosas para otros para el otro. Esto significaba transitar senderos nunca antes
hollados por pies blancos. Ahora que lo pienso he mentido al decir que nunca más escribió, puesto que sus cooperaciones a una cartografía en desarrollo fueron publicadas en las revistas del tipo “Natural Geographics” de la época.
Giraba permanentemente dinero a su madre, y encontró mucha resistencia cuando pidió que se invirtiera en remitirle los recién popularizándose equipos fotográficos antes que en tierras. Fue de los primeros en accionar ese inocuo disparo en aquéllas tierras.
Sólo lo detuvo a los 36 años un osteosarcoma de rodilla y recién cuando no pudo montar. Llevado a puerto por sus negros en improvisada parihuela, fue embarcado de regreso a Francia a por tratamiento médico y amputado de urgencia en Marsella. Sólo sobrevivió algunos meses a tal cirugía a pesar de recibir el cuidado femenino que merecía como inválido feroz regresando de aquellas tierras que era, tal como se había predicho media vida antes.

“¡Inventé el color de las vocales! -A negra, E blanca, I roja, O azul, U verde-.
Reglamenté la forma y el movimiento de cada consonante y me vanagloriaba de inventar, con ritmos instintivos, un verbo poético accesible, cualquier día, a todos los sentidos. Me
reservaba la traducción.
Al principio fue un estudio. Yo escribía silencios, noches, anotaba lo inexpresable. Fijaba
vértigos.”


La vida misma es el hecho artístico por excelencia, en ella la estética puede ayudar al desarrollo de la ética y a lograr una existencia digna. Él lo hizo. Se rescató del desprecio social y la promiscuidad que ofrecía el refugio en la marginalidad. En África se enteró de que estaba siendo publicado e idolatrado, pero egoístamente prefirió continuar reservando su vida interior para sí.

 Contagiémonos, congéneres, de su hermosura. 

6 comentarios :

  1. Muy bueno! da una lectura clara, concreta y entretenida de la vida y el contexto de nuestro querido Rimbó!

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    1. éy!! recién veo tu comentario!!!!
      Sos un caapooo!!!
      lo que más me halaga es entretenido. Gracias

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  2. Me encantó, imagino a ese adolescente increíble buscándose y expresando un mundo en una época bisagra de nuestra desencantada modernidad. Es genial como has captado al genio. Gracias por convidarnos con esta lectura!

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