A Pablo M. lo conocí durante una
de sus internaciones, no sé si la primera, pero éramos jóvenes y andábamos en
los temas del debut, yo de médico de guardia y él de paciente internado.
Estaríamos por los treinta y pico. Teníamos nuestra experiencia andada en la
vida en general pero en esto de ubicar nuestros roles en el loquero estábamos
en la leche del aprendizaje.