1.
El hombre se irguió en
toda su estatura, que no era mucha. Sus articulaciones fluían. Uno no
comprendía en seguida qué sorprendía al observarlo, hasta que caía en la cuenta
de que incluso cuando se movía parecía estar en reposo. Sus cabellos eran
grises, pero de abundancia suficiente como para permitirle usar tan solo una
tela enrollada a modo de vincha como protección ante el sol, que en esa región
era fuerte.